sábado, 21 de noviembre de 2009

Un poco más

A veces ocurre, de diferentes maneras y formas, no sé si con frecuencia o no muy a menudo pero el caso es que ocurre. Alguien te dice "gilipollas, no quiero compartir mi aire contigo". Y tú te ríes, le sigues la coña y te das cuenta de que miente, de que ambos estáis locos por compartirlo. Después de unos meses que parecen semanas, ese alguien dice "No soy nada sin ti". Y esta vez, curiosamente le crees, sabes que es cierto.Ya no os paráis a pensar en las fechas, se os olvida que el tiempo tiene patas y un día, exactamente a las 00:00:06, te dice "Me parece imposible quererte más, en serio". No recodáis que tiene ese día de especial, ni por qué es especial, ni siquiera si hay algo que recordar. Pero, que más da? Si es perfecto.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Once and again

Me pregunté si algún día podríamos acabar el día con el pie correcto. Podría decirse que discutir era difícil pero no enfadarse, imposible. Éramos iguales, y a la vez antagonistas. Era perfecto para mí excepto por sus defectos. Y para mi gracia, o desgracia, desde el momento en qué descubrimos qué ocurría entre nosotros, entendimos que no iba a acabarse.
Me pregunté si algún día se daría cuenta de que no me vale el mutismo durante una noche para despertarnos al día siguiente y hacer que no ha pasado nada. De que pedir perdón no es rebajarse. De que cuando alguien llora, el silencio solo hace más daño.

Algún día, tal vez, se dará cuenta.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Da un paso


A veces, pararse a analizar riesgos y consecuencias nos impide disfrutar lo que vivimos. No puedes disfrutar de un gran salto si en el aire empiezas a preguntarte si la piscina estará vacía. Si alguna vez has dicho: "Me gustaría... ", deberás saber que eres una persona estúpida, insegura y amargada. Así que da un paso, grita, salta y hazlo.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Dos dragones blancos sobre el cielo azul de septiembre


Tenía ganas de compartir secretos, de esos que solo conocemos dos. Compartir miradas cómplices y adivinar pensamientos. Decir las tonterías que se te ocurran y esperar más tonterías a cambio. Llamar sin dudarlo cuando surge un problema y no sé qué hacer. Pero sobre todo, saber que vas a coger y que, por si fuera poco, harás que se arregle.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

En el mundo existen los imbéciles

Hay dos tipos de personas; aquellas que huyen de los problemas y aquellas que los enfrentan con una sonrisa torcida, una mirada fría y la mente en llamas.

Ese era uno de los lemas más importantes de Lucía, tal y como se lo había enseñado su padre. Y ella pertenecía sin lugar a dudas al último grupo. Hoy Lucía iba a por todas. Sí o sí.

Cogió la mochila que se apoyaba contra la mesa. Estaba vieja, raída, de un color que era difícil distinguir pero era suya, y de nadie más. Echó a correr por los pasillos con ella en el hombro. Controló la hora. Los del instituto de al lado saldrían en pocos minutos pero podía llegar a tiempo.
Casi sin aliento se situó frente a la puerta de salida y se apoyó contra la verja. Justo en ese momento sonó un timbre, alto, agudo y lacerante. Y una manada de adolescentes atropellaron las escaleras del edificio en pos de la ansiada libertad que ofrecían las calles. Entre ellos, una morena de rizos y nariz afilada reía, junto a otros dos individuos. Su figura, baja y rechoncha no destacaba entre la multitud que se abría paso a empujones a su alrededor pero Lucía podía localizarla sin problema en cualquier parte.

Cuando la gente se empezó a disipar vio el momento de acercarse. Se colocó detrás de ella y esperó a que sus amiguitas de melenas largas y ademanes pijos la avisarán de su presencia. Dándose la vuelta enseguida y con una mueca de asco, fijó sus ojos en los de la chica que esperaba.

- Eres patética -concluyó con una sonrisa de suficiencia. - Ya te dije que podías quedarte con mis sobras. No me llegas a la altura del talón, ¿vale? Te habrás quedado con el pero en el fondo sabes que he ganado.

Lucía, con un gesto de pacífica comprensión acercó su boca a aquella malnacida y pronunció en voz baja:

- Venía con la idea de explicarte que esto no era un juego. Pero ahora tengo mis serias dudas acerca de conseguirlo -la sonrisa de aquella niña de nariz afilada se perdió ante el repentino tono serio de su voz. - No es una competición pequeña. Nada de lo que me hagas, de lo que digas o de lo que grites hará que vuelva a ti. Así que aléjate de mí y déjanos en paz.

No había elevado el tono en ningún momento pero tenía la sensación de haber gritado a los cuatro vientos sus palabras. El peso que la había estado aplastando los últimos días desaparecía. Había arreglado lo que tenía que arreglar. Por supuesto, haber dejado sin palabras a aquel especímen habría sido toda una satisfacción. Pero aquellos gritos agudos que dejó a su espalda mientras se daba la vuelta de camino a casa, tampoco le molestaban. Ahora, nada de lo que hiciera la iba a molestar.

Con la capucha puesta y las manos en los bolsillos, Lucía siguió su camino entre los charcos de la acera, sacando conclusiones y añadiendo retoques a la sabiduría que había recogido de su padre.

Hay un tercer tipo de personas, generalmente imbéciles, aquellos que se inventan los problemas.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Sólo la luna fue testigo

Podíamos oír como los otros respiraban profundamente, ausentes, abandonados a sus sueños. Y a sesenta centímetros de mí, oía también su respiración. Pero no era profunda como las demás, estaba despierto. Y empezó acercarse, fui consciente, eso no puedo negarlo. Y sus dedos recorrieron mi antebrazo. No lo paré, dejé que subiera hasta mi cuello. Y no lo impedí, dejé que llevara mi cara hasta la suya. Y no, no le dije “Basta”, cerré los ojos y dejé que sus labios hicieran el resto. Juntos, en silencio, vimos pasar la noche.
Debí haber impedido que ocurriera pero no, no me arrepiento.