lunes, 8 de octubre de 2012

Escondida detrás de una pared.



¿Recuerdas cuando se te caía el mundo y yo estaba a tu lado? Era yo quien iba a donde sea que estuvieras a abrazarte hasta que te tranquilizaras. Te acariciaba la espalda en silencio, o te hablaba durante horas si era necesario.  
Ahora veo como la vida se te cae encima con toda su fuerza y ni siquiera puedo consolarte.
Si intentara ayudarte, probablemente te hundiría más.
Si intentara darte un abrazo, probablemente me escupirías a la cara.

Le explicaré a la gente que te quiere qué tiene que hacer, hasta donde tiene que ir y qué tiene que decirte para ayudarte. Obligaré a quien haga falta a que vaya hasta ahí a darte los abrazos que necesites.

Y algún día, si vuelves a tener ganas de tenerme cerca, yo estaré ahí.

Cenizas

Hoy solo quedan las cenizas de aquella cama a la que tantas veces le plantamos fuego. ¿Recuerdas aquellas noches? Noches, desayunos y postres. Un cumpleaños y dos velas que proyectan dos sombras sobre la pared del fondo. Dos sombras que se acercan, mueren entre las llamas, y se funden en una. ¿Recuerdas aquellas horas? Horas con la ventana abierta y la noche asomando. A oscuras, inventándonos la vida de aquellos ingenuos que dejaban la luz encendida.
Solo quedan las cenizas. Incluso las cenizas son ahora polvo. Ya no hay noches, desayunos, postres, velas, fuego. Ni siquiera hace calor.