miércoles, 26 de agosto de 2009

D

Lucía apoyaba su cabeza sobre la almohada, aferrándose a ella con fuerza mientras clavaba sus ojos en el mapa mundi que colgaba de la pared. Esta vez, estaba borroso, las lágrimas enturbiaban su vista, y más que su vista, el corazón. Cada vez con más ganas, intentaba controlar los sollozos; si había algo que no le gustaba de llorar era la falta de aire que estos provocaban. Pero al fin y al cabo, estaba acostumbrada. No es que su vida fuera inusualmente triste, difícil o aterradora. Simplemente, no podía evitar llorar cuando no se sentía feliz.
Él la conocía, conocía su pequeña y odiosa inclinación al pesismismo y su debilidad ante la angustia. Pero, como otras veces, aquel estúpido orgullo le impidió coger el teléfono, marcar su número e intentar convencer a aquella niña a la que amaba de que todo estaría bien, que jamás dejaría de quererla.

2 comentarios:

  1. Me gusta, es muy bonito. No parece la palabra correcta pero es mi impresion, bonito y estremecedor.
    Un beso
    Cuidate ;)

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  2. Me ha llamado la atención tu comentario en mi blog. Y como casi todo lo que acaba llamando mi atención, mi curiosidad me obliga a eso, a curiosear. Escribes muy bien, doy un nuevo paso y descubro una nueva pluma de oro.
    Te parecera extraño pero si tuviera que definir esto no lo haría con un precioso, bonito o dulce. Me resulta eléctrico, porque te obliga a seguir a ruta del cable hasta el punto y final.

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